Ni eran reyes, ni tampoco tres, ni mucho menos magos…eran muchísimo más que eso...

lunes, 12 de enero de 2009
Posted by P.F.

Publicado originalmente el 6 de enero de 2009

Ciertamente en los países latinoamericanos la celebración del día de reyes es una de las tradiciones que más arraigo han tenido entre las familias, sin importar de que nacionalidad provengan. Aunque ciertamente cada una tiene alguna que otra variación, el propósito principal es recordar el momento en que los tres reyes le llevaron sus presentes al niñito Jesús.

Sin embargo, algo que es ignorado ampliamente quizás porque no se lee ni se indaga correctamente en las Escrituras (La Biblia), es el hecho de que ni eran tres, ni eran reyes, ni tampoco eran magos. ¿Cómo?...podrán preguntarse algunos, pero la verdad es que así es. Como sabemos, en la Biblia nos dice que los presentes que le ofrecieron al niño eran oro, incienso y mirra (Mateo 2:11). Ahora, el hecho de que se mencionen estos tres “productos”, no quiere decir que en efecto fueron tres solamente los que le llevaron. Por el contrario, como el nacimiento y la estrella que anunciaba éste, se trataba de un evento grande, y se cree que estos observadores provenían de Babilonia o Medo-Persia, y lo más probable es que hayan sido al menos más de veinte o treinta “reyes”, sin tomar en cuenta el que en aquellos tiempos se viajaba en caravana, hecho que podría darnos el número, en proporción de las caravanas que provenían de Babilonia, o de cualquier otro lugar hacia la tierra de Israel, de entre cincuenta y doscientas personas o en este caso, “reyes”.

Por ejemplo, si los “reyes” fueran modernos, podríamos decir que le llevaron dinero, ropa y equipo deportivo. Para que entiendan mejor el punto, puede haber sucedido que un rey le dio cincuenta dólares, otro cien, otro doscientos, otro cuarenta y así por el estilo. Del mismo modo puede ser que otro grupo de los reyes que viajaban en esta caravana le obsequiaron pantalones, otro, camisas y así por el estilo. Finalmente, pudo haber sido que un tercer grupo de los “reyes” que viajaban junto con los otros dos grupos anteriores le hayan regalado equipo deportivo, como por ejemplo bates, bolas, guantes, etc…

Por tal motivo, el hecho de que yo diga que le obsequiaron dinero, ropa y equipo deportivo no quiere decir que eran tres, como acabamos de ver, cómo sabemos entonces al leer que le obsequiaron oro, incienso y mirra obviamente no podemos concluir que eran tres. Probablemente, al tratarse de una caravana numerosa como dijimos, y al obsequiar oro por ejemplo, el cuál era el “dinero” de nuestra analogía, puede que tal vez cinco o diez reyes le hayan obsequiado oro, otros veinte le llevaron mirra, o especies aromáticas cuyo ingrediente principal es la mirra, y por último, tal vez treinta reyes le llevaron incienso o perfumes (especies), las cuales podían utilizar para hacer sacrificios u ofrendas de paz, tal como encontramos que era deber y costumbre, o bien, para venderlas y sustentarse por el tiempo que hubieren de pasar en Belén o en Egipto.

Debemos recordar que debido al edicto de Augusto Cesar de empadronamiento (Lucas 2:1), José y María tuvieron que viajar a Belén, aunque no es seguro que esa fuera la ciudad a la cuál ellos debían ir, aunque ciertamente se detuvieron en ella, no sólo tal vez porque ya María estaba a punto de dar a luz, sino principalmente porque era necesario que así aconteciera para que se cumpliera la profecía. Más tarde tuvieron que escapar y viajar a Egipto, precisamente porque el ángel del Señor se le apareció a José en sueños y le dijo que tomara al niño y a su madre y fueran a tierra de Egipto, ya que como recordarán, el rey Herodes había dado la orden de exterminar a todos los niños menores de dos años, con tal de que entre ellos fuera muerto este nuevo “rey de los judíos” que acababa de nacer.

Del mismo modo sucedió con los “reyes magos”, los cuáles fueron igualmente avisados por el ángel de Jehová para que regresaran a su tierra (Babilonia o Medo-Persia), por otro camino (Mateo 2:12), y de este modo evitar que fueran al rey Herodes y le comunicaran dónde estaba el niño Jesús, tal y como éste les había pedido que lo hicieran para supuestamente ir y “adorarle”, motivo erróneo (Mateo 2:7,8), ya que como lo demuestra el edicto publicado tiempo después, lo que quería Herodes era matar al niño Jesús (Mateo 2:16).

Volviendo a los “reyes”, ya vimos que no eran tres claramente, pero tampoco eran reyes ni mucho menos magos. Ciertamente en el evangelio de Mateo encontramos la palabra “magos”, pero por ningún lugar se dice que eran tres, ni tampoco que eran reyes, en ningún lugar en la Biblia lo dice. Ahora, debemos recordar que para la época en que se data históricamente el evangelio de Mateo, muchas tradiciones orientales, e incluso algunas tradiciones paganas estaban entremezclándose con las creencias fundamentales que Jesús les dejó a sus discípulos. El hecho de que se diga que eran “magos” o “reyes”, quiere decir que probablemente algunos estudiosos o simples observadores contemporáneos a la época de éste acontecimiento, al ver las muy probables ricas vestiduras que esta caravana de observadores de las estrellas tenía, a la vez que los ricos regalos que obsequiaron a la humilde familia, sin duda debían ser reyes, muy parecido a las leyendas caribeñas de los indígenas confundiendo a los “conquistadores” con dioses que venían a visitarlos en sus naves.
Lo cierto es que los regalos con que obsequiaron al niño eran regalos que se obsequiaban a reyes, y también eran por lo general regalados por parte de personas de la realeza o adineradas, hecho que es indubitable, por parte de éstos ricos babilonios o medo-persas. Sin entrar en detalles de lo que simbolizaban el oro, el incienso y la mirra, pasaremos a ver que ciertamente tampoco eran magos. Como sabrán, en la Biblia abundan las referencias que condenan toda clase de magia, brujería o hechizaría, por tal motivo obviamente no eran magos. Para este tiempo, la palabra “mago” era usada con frecuencia para referirse a personas que eran muy estudiosas ya fuera de las ciencias terrestres o bien de aquellas pertenecientes al espacio, motivo por el cuál se cree que estos hombres era considerados “sabios” o mejor dicho astrónomos. De hecho, si no hubieran estado familiarizados con las conformaciones celestes, habituados a predecir desde antaño eclipses, cambios en las estaciones y más, lo más probable es que se hayan percatado de la presencia de una estrella “nueva” en el cielo nocturno. Algo que es importante mencionar es que estos sabios también poseían un conocimiento amplio de las escrituras (Mateo 2:5,6), algo que irónicamente les faltaba a los dirigentes y sacerdotes judíos.

Ciertamente era la estrella de ángeles, el coro angelical que anunciaba la llegada y nacimiento de Jesús, el Salvador. No era ningún cometa, ni Marte, ni algún otro acontecimiento ocurrente en la mecánica celeste. Era simplemente la majestuosidad de la estrella compuesta por miles de millares de ángeles que anunciaban al mundo que su Salvador había nacido (Lucas 2:13,14). No importa que no sean tres, ni que fueran reyes ni que mucho menos fueran magos, lo más importante es que eran muchísimo más que eso. Eran asiduos estudiosos de las Sagradas Escrituras, eran magníficos astrónomos (estudiosos de los comportamientos ocurrentes en el Universo observable), y excelentísimos sabios. Todos ellos, quizás toda esta caravana compuesta de quien sabe cuántos sabios, se unieron a la incontable muchedumbre angelical que anunciaba que un Salvador, Cristo el Señor, había nacido.

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz.”
(Isaías 9:6)

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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante, a la verdad desconocía la mayoría de estos datos y ciertamente son parte de la historia, aunque no nos la hayan enseñado correctamente...

P.F. dijo...

¡Gracias por tu comentario amigo!
¡Que Dios te bendiga!

P.F.